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lunes, 18 de mayo de 2009

DON MARIO


No será la muerte quien nos separe de ti porque siempre habrá donde converger contigo.


Son las palabras las que se quedan al desamparo de los versos que ya no serán.



María,
Hoy es imposible no regresar a las tardes en San Joaquín o a tu habitación donde compartimos luz y libros de madrugada… cuando recitabas “Táctica y estrategia” y concluías “¡Es increíble!, ¿cómo puede ser?” Nadie creyó tanto en la palabra. Tejimos ilusión en “No te salves” y la descubrimos en su propia voz para ser nuestro credo durante todo el año; la disfrazamos de todo lo posible: juventud, llanto, optimismo, vida, risa. Una y otra vez… Lo que nos sumaba era “no te quedes inmóvil / al borde del camino”. Crecimos. Nos quedamos perplejas con “Si Dios fuera una mujer” teníamos tanto por entender alternando cuento y poesía. Nunca he visto tanta devoción en los ojos, en el brillo de tus ojos. Todavía resuena la cadencia de tu voz sobre las palabras. “Hagamos un trato” la utilizamos a nuestro antojo: la regalamos en cumpleaños varios; la dibujamos en la pared; fue alivio en soledades intuidas cuando aún no estábamos heridas; la consentida disculpa; la materia de lo que nos mantiene. Después vinieron muchos otros: “Viceversa”, “Corazón coraza”, el singular “Happy Birthday”… No tendremos que elegir jamás.

Como siempre fuimos de la mano (sin cogernos) al edificio de Ciencias Sociales de la UA, puede que hayan pasado seis años, y atesoramos el privilegio de escucharlo en una sala pequeña, todavía me debes el inmortal recuerdo (es tu venganza por haberte recortado de aquel otro) y nos llevamos “El olvido está lleno de memoria” y “La Tregua” con la certeza de que la tinta no se esfuma con el tiempo y que el recuerdo ahora es tangible. La anécdota de no reprimir la risa al unísono cuando en la videoconferencia confundió micrófono por altavoz y, todo hay que decirlo, nos miramos con la pesadumbre de saberlo viejo, pero cuánto nos reímos y cuánto le quedaba por regalarnos.

Le rendiste gran homenaje cuando me trajiste a casa un pergamino y con letra cuidada me presentabas a Mario y a Marco; tan dóciles vagando sobre el fondo de colores, no supe distinguir quién era quién. Me inculcaste la disciplina porque nunca antes había cuidado de otros. A Mario le recitamos versos y a Marco batallas. Fueron felices, fuimos felices.

Va por MARIO (desde ti) porque él (tan grande) siempre será en mí contigo a mi vera.

martes, 12 de mayo de 2009

Abres la puerta sin pedir permiso y entras sólo para asegurarte que todas las velas están apagadas.
La tenue luz de la farola que invade la alcoba y el espejo muestran cómo te acercas; crees que finalmente me he quedado dormida y tu intención ya no es la de acompañarme. Algo se quebrantó.
He dejado la distancia suficiente para que nuestros cuerpos no se mezclen; para que no se añoren en la resentida madrugada. Es fácil sentirse torpe con los estados mutantes y estar en contra de los estados carentes. Dar vueltas en el colchón o mantener los ojos fijos en el infinito son de la misma manera: Aflictivos. Deplorables.
Llevo días conviviendo con Romain Gary y aún desconozco si hay una única promesa, si es al alba, si viene de Nina Kacew a Romain o viceversa. ¡Qué amor tan obstinado y cruel! Y pienso en el modo en que se tejen las relaciones; las enredaderas de vocaciones; los pactos de voluntades donde construir un propio nombre: el Nombre Propio. Un nicho de sacrificios que no cesan de reproducirse y la agudeza con las que se crean deudas en los deudos.
Sigo en el infinito pero el libro queda impune y mi boca se resiente (por eso de que los besos no sean).
De nuevo la puerta se cierra; la cierras.
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El escondite del silencio por Ade Giménez Ribes se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 España.