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miércoles, 25 de agosto de 2010

La sordera


Sordera:
- Te amo.
- Yo tampoco.

jueves, 5 de agosto de 2010

I


“… excluida toda mezcla así de recuerdos como de previsión; presente deslumbrador cuyos minutos valen por horas.” Macedonio Fernández.




Reniego. No quiero la muerte, es decir, no quiero que te mueras. Esta mañana me has despertado asomando la cabeza para pronunciar: Bueno, ¿y tú qué? No pude explicarte que la madrugada ha vuelto a ser un engaño, cuando la oscuridad y el silencio habitan las ciudades, suelo mantenerme en vigilia porque no quisiera que te murieras y que el descuido del sueño te lapide en un tardío batir de pestañas.
El maldito reloj con su estrepitosa aguja era el compás; la cadencia de los pensamientos, no entiendo porqué lo conservo, es curioso que nunca hayas comentado nada al respecto de su fealdad. El maldito y horrible reloj gris de plástico, tal vez hoy me deshaga de él, sólo si tú no te mueres.
Retomé Dietario Voluble, en esta misma madrugada, para engullir letras, sí, las que conforman palabras, sin pausa, con desinterés, para encontrarme a salvo precisamente de la muerte, de tu muerte. No es de lectura ligera por eso quisiera que entendieras el engullir como pura evasión. Pero de repente, se cuela el presente esencial de Sánchez Ferlosio, qué maravilla, un vivir el momento sin que suceda en el tiempo, la integración a la vida sin concesiones, el puro manifestarse en el ahora de una niña. Pude detenerme con la única pretensión de alejarme de lo efímero, o más bien de la eterna negrura que sería tu fin.


Es curioso porque sé que no vas a morirte.
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El escondite del silencio por Ade Giménez Ribes se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 España.